jueves, 25 de noviembre de 2010

Los limitrofes entre las dos Coreas.


Según analistas coreanos, el objetivo del ataque que Corea del Norte llevó a cabo ayer contra la isla de Yeonpyeong no era provocar una respuesta armada de Corea del Sur y EEUU, sino mostrar fuerza para obligar a sus enemigos a firmar un tratado de paz. De este modo, Pyongyang blindaría su singular sistema socialista en un momento delicado, ya que se encuentra en pleno proceso de traspaso de poderes de Kim Jong-il a su hijo Kim Jong-un.

GARA SEÚL
Corea del Norte disparó ayer decenas de obuses sobre la isla de Yeonpyeong, situada al sur de la línea fronteriza trazada a lo largo del paralelo 38 pero que Pyongyang reclama como propia, matando a dos soldados surcoreanos y volviendo a colocar a la península coreana en el centro de la atención mediática mundial.

Este incidente es uno de los más graves desde la guerra de Corea (1950-1953) y ha avivado la tensión en la zona, apenas dos días después de que se diera a conocer que Pyongyang dispone de avanzadísimas infraestructuras para el enriquecimiento de uranio, lo que podría reforzar su arsenal atómico.

Asegurando que Corea del Sur disparó primero, el mando militar norcoreano advirtió de que Pyongyang lanzará «nuevos ataques despiadados de las fuerzas armadas revolucionarios si el títere surcoreano se atreve a entrar en nuestras aguas territoriales, aunque sólo sean 0,0001 milímetros».

EEUU, que tiene destinados 28.500 soldados en Corea del Sur, reaccionó inmediatamente condenando el ataque norcoreano.

Unos 50 obuses, según la cadena de televisión surcoreana YTN, fueron lanzados contra Yeonpyeong, donde viven unas 1.500 personas. Esta isla del mar Amarillo ya ha sido escenario de otros enfrentamientos intercoreanos en el pasado.

Los bombardeos mataron a dos soldados surcoreanos y provocaron dieciocho heridos, entre los que figuran cinco soldados heridos de gravedad y cinco civiles, según fuentes oficiales de Seúl.

Yeonpyeong está situada justo al sur de la línea fronteriza decretada por la ONU tras la guerra de Corea, pero está al norte de la línea de partición reivindicada por Pyongyang. En esta zona ya se registraron graves incidentes navales en los años 1999 y 2002 y en noviembre de 2009.

A la hora de explicar los motivos por los que Corea del Norte habría lanzado precisamente ahora un ataque contra Corea del Sur, los analistas surcoreanos destacaban que Pyongyang querría mostrar una imagen de fuerza ante Seúl y Washington ante el eventualmente cercano proceso de sucesión del líder Kim Jong-il por su hijo Kim Jong-un y posibles conversaciones.

«Es una provocación intencionada para aumentar la tensión entre las dos Coreas. El Norte ha hecho una serie de gestos, pero no ha tenido respuesta ni del Sur ni de EEUU. Por ello, ha comenzado un pulso para forzar a Seúl y a Washington a tomar medidas y a aceptar un diálogo», señaló Kim Yong-hyun, profesor de la Universidad Donmuk de Seúl.

«Ha enviado un mensaje fuerte a EEUU y a la comunidad internacional de que la península coreana necesita un régimen de paz», añadió Kim.

Pyongyang, que afirmó que ha desarrollado su programa nuclear para protegerse de una agresión estadounidense, ha reclamado en numerosas ocasiones que se ponga en marcha un proceso de diálogo con Washington para firmar un tratado de paz, ya que la guerra que les enfrentó entre 1950 y 1953 no ha concluido oficialmente todavía.

EEUU ha respondido que estas negociaciones podrían producirse si Corea del Norte retoma las conversaciones a seis bandas -las dos Coreas, China, Japón, EEUU y Rusia- sobre desarme que Pyongyang abandonó en abril de 2009.

El diario «The New York Times» publicó el sábado que Corea del Norte mostró a un científico estadounidense una nueva, vasta y «ultramoderna» fábrica de enriquecimiento de uranio, en la que hay cientos de centrifugadoras.

En este tenso contexto, numerosos analistas consideran que Corea del Norte, que piensa que una invasión estadounidense de su territorio es una hipótesis factible especialmente tras la de Irak, aboga por un tratado de paz para blindar su continuidad en un momento en el que está inmersa en un delicado proceso de transición.

Para Pyongyang, incidentes como el de ayer son una manera de atraer la atención estadounidense, considera Kim Young-soo, de la Universidad Sogang de Seúl. «Tras mostrar su fábrica de enriquecimiento de uranio, éste es un nuevo acto que busca obligar a EEUU a sentarse en la mesa de negociaciones», asegura.

Furiosa con el Sur

Con ese mismo análisis coincide Yan Moo-jin, de la Universidad de Estudios Norcoreanos de Seúl. «Cora del Norte está furiosa con la actitud del Sur. Ha incrementado intencionadamente la tensión con el bombardeo fronterizo y la revelación de su programa de enri- quecimiento nuclear. Está diciendo a Washington que es preciso negociar para alcanzar lo más rápidamente posible un tratado de paz».

Yang piensa que es posible que existan nuevas maniobras en esta dirección en un futuro próximo y menciona la eventualidad de un tercer test nuclear, si Washington no escucha la demanda de Pyongyang.

«Corea del Sur tiene que tomar una decisión estratégica», añadió Yang, que desea que Seúl reaccione con firmeza ante lo que considera provocaciones de Pyongyang, pero priorizando el diálogo a una respuesta militar.

Siegfried Hecker, el científico estadounidense que fue invitado a visitar el nuevo centro nuclear norcoreano, también piensa que para convencer a Pyongyang de que renuncie a su arsenal atómico «habrá que tener en cuenta el sentimiento subyacente de inseguridad de Corea del Norte».

Más allá de las mediáticas condenas de la Casa Blanca, el Pentágono pareció comprender este planteamiento, ya que el portavoz del Departamento estadounidense de Defensa, el coronel Dave Lapan, declaró que «aún es demasiado pronto» cuando fue preguntado si los militares de EEUU respondería con la fuerza a Pyongyang.

El secretario de Prensa del Pentágono, Geoff Morrell, por su parte rechazó la posibilidad de nuevas sanciones contra Corea del Norte, ya que «es difícil amontonar más de las que ya tiene».

Las condenas a Corea del Norte llegaron de inmediato
A diferencia de lo ocurrido tras la matanza marroquí en Sahara Occidental, Pyongyang tuvo que hacer frente ayer inmediatamente a numerosas condenas tras su ataque Yeonpyeong.

«EEUU condena firmemente este ataque y llama a Corea del Norte a cesar su acción beligerante y a respetar plenamente los términos del armisticio», declaró el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs.

Sergei Lavrov, ministro ruso de Exteriores, declaró en Minsk que el disparo de obuses «supone un peligro colosal que merece ser condenado».

China, principal aliado del Gobierno de Pyongyang, expresó su preocupación. «Esperamos que las partes contribuyan a la paz y a la estabilidad de la península coreana», declaró Hong Lei, un portavoz del Ministerio chino de Exteriores.

El primer ministro japonés, Naoto Kan, anunció que ordenó a sus ministros que se preparasen para «reaccionar firmemente a cualquier eventualidad», tras un reunión de urgencia de su Gabinete.

El Estado francés, a través de su ministra de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, reclamó «el fin de las provocaciones» y condenó «con la mayor firmeza» el bombardeo.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, también condenó el ataque norcoreano dirigiéndose al Consejo de Seguridad, cuyo presidente, el británico, Mark Lyall Grant, señaló que la cuestión coreana no se trataría en la reunión de este organismo prevista para ayer.

«No se ha pedido ninguna reunión al respecto», destacó Grant, que explicó que en la agenda de ayer se incluían la situación en Oriente Medio y la piratería en Somalia.

La responsable de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, también condenó el ataque y reclamó Corea del Norte que «se abstenga de cualquier acción que suponga un riesgo de escalada de la tensión».

La portavoz adjunta de la OTAN, Carmen Romero, se sumó a las condenas contra Pyongyang y señaló que la Alianza sigue la crisis con atención. GARA


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Fuegos de artificio y munición real
Más allá de la cuestión de quién habría disparado primero, el conflicto norcoreano nos muestra un escenario en el que los intereses extranjeros (EEUU y China, sobre todo) tienen mucho que decir, y de hecho lo dicen, aunque sea de forma indirecta.

Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

El autor va más allá de los análisis reduccionistas y maniqueos tan en boga a la hora de analizar la cuestión coreana y desgrana el contexto en el que se ha dado este último repunte de la crisis. Contexto marcado por constantes maniobras militares de Corea del Sur y su aliado estadounidense y un nuevo movimiento en la pugna nuclear de Corea del Norte, en pleno proceso político sucesorio.

Desde hace meses, se están sucediendo acontecimientos que de una u otra manera condicionan cualquier salida negociada al conflicto que mantienen las dos Coreas. Así, en marzo, un buque de guerra surcoreano, Cheonan, se hundió en las disputadas aguas del mar Amarillo, sucediéndose las versiones enfrentadas sobre la autoría del incidente (para el sur, se trataría de un ataque militar del norte, mientras que Pyongyang afirma que pudo tratarse de una antigua mina o de un accidente técnico).

Más allá de las versiones, la tensión ha ido en aumento, a lo que ha contribuido el nuevo presidente surcoreano, Lee Myung-bak, quien desde que se hizo con el poder en 2008 ha tomado medidas que han deteriorado aun más las ya de por sí delicadas relaciones intercoreanas.

La anunciada sucesión en la dirección de Corea del Norte es otro factor a tener en cuenta. La transferencia de poderes en marcha, con la figura de Kim Jong-un en alza, ha disparado las interpretaciones sobre eventuales luchas de poder internas, sobre la desafección hacia la dirección política, las fracturas entre los militares o la incapacidad del joven Kim Jong-un para dirigir el país en el futuro. Sin embargo, análisis más sosegados de quienes conocen mejor aquel país echan por tierra esas teorías, rechazando de plano la lucha sucesoria y las grietas en el sistema norcoreano.

Es más, esas mismas fuentes señalan que tambié n ocurrió algo parecido en 1994 cuando Kim Jong-il asumió el poder, y todas las predicciones negativas se mostraron luego fallidas. Además, es casi seguro que este tipo de movimientos se producen cuando están cerrados todos los flecos, tanto en Corea del Norte como en cualquier otro lugar del mundo.

Las maniobras militares, que desde Pyongyang son vistas como una provocación, también han podido influir. Tras el incidente del Cheonan, EEUU y Corea del Sur se han prodigado en «las muestras de fuerza hacia Corea del Norte». Seúl ha llevado a cabo en las últimas semanas las maniobras anuales «Hoguk», movilizando a más de 70.000 soldados, lo que ha provocado la ira de Pyongyang.

Algunos han querido ver en este último enfrentamiento una maniobra del futuro dirigente norcoreano para asentar su poder en la estructura política y militar de su país. Pero es demasiado pronto para saber si nos encontramos ante otra predicción errónea.

También hay que observar el factor nuclear. Desde hace tiempo, la capacidad nuclear de Corea del Norte trae de cabeza a Washington y a sus aliados, que una vez más dan muestras de su doble rasero con embargos, amenazas, bloqueos y sanciones. En esa guerra de posiciones, dirigentes estadounidenses lanzaron hace días la amenaza de rearmar con armamento nuclear el sur de la península, y desde Seúl se produjeron declaraciones ambiguas en ese sentido.

La respuesta no tardó en llegar, y Pyongyang mostró al mundo, a través de un científico norteamericano, las modernas instalaciones de una planta de enriquecimiento de uranio. EEUU, por su parte, anunció que esa realidad hacía imposible un retorno a las negociaciones, al tiempo que su enviado especial en materia nuclear, Stephen Bosworth, visitaba Seúl, Tokio y Beijing para intentar cerrar un círculo sobre Pyongyang.

Más allá de quién haya disparado primero, la península coreana nos muestra un conflictivo escenario, donde los intereses extranjeros (EEUU y China, fundamentalmente) tienen mucho que decir. Las maniobras y declaraciones norteamericanas y los viajes a Beijing del actual dirigente norcoreano son claros ejemplos de ello.

A día de hoy, Corea del Sur ha suspendido la ayuda alimentaria que prestaba al norte, así como los lazos comerciales que se estaban forjando, y también ha incrementado su campaña propagandística contra el sistema norcoreano. EEUU sigue apostando por la presión y las medidas represivas contra Pyongyang. Por su parte, los dirigentes norcoreanos han apostado por retomar las negociaciones que aborden todos estos puntos problemáticos y abran las puertas a una solución definitiva del llamado «conflicto coreano».

Un primer paso sería que las relaciones entre ambas Coreas retomaran la problemática de las familias separadas, los lazos comerciales, y el desarme progresivo. Al tiempo que los actores extranjeros deberían afrontar la resolución del conflicto en clave positiva y no en función de determinados intereses estratégicos y geopolíticos.


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Corea: tambores de guerra, armas nucleares y negociaciones de paz


Editorial de Gara
Los tambores de guerra resuenan en la península de Corea. El ataque de artillería norcoreano sobre la disputada isla de Yeonpyeong, además de provocar la muerte de dos soldados de la Armada surcoreana y decenas de civiles y militares heridos, ha encendido las alarmas rojas en el mundo, y también la retórica de la guerra. Las reuniones de emergencia del presidente surcoreano, Lee Myung-bak, en búnkeres subterráneos y ultrasecretos, el Ejército en máxima alerta y los cazas sobrevolando el espacio aéreo no se hicieron esperar. Una situación que se repite cíclicamente y provoca que la comunidad internacional contenga la respiración por las consecuencias que la escalada podría generar en su peor escenario: una guerra nuclear.

En marzo del presente año la fragata surcoreana Cheonan fue hundida por un supuesto, pero todavía no confirmado, ataque de torpedo norcoreano. Las maniobras militares conjuntas con la armada de EEUU -equipada con sistemas de armas nucleares- han sido constantes, simulando la invasión de Corea del Norte. Recientemente el científico Siegfried S. Hecker, profesor en la Universidad de Stanford y ex director del Laboratorio Nacional de los Alamos, declaró sentirse «estupefacto» tras visitar las «ultramodernas» instalaciones norcoreanas y comprobar la sofisticación de los cientos de centrifugadoras en marcha; así, tras el impasse de las negociaciones a seis bandas sobre la desnuclearización, el espectro de una Corea del Norte que prepara la expansión de su arsenal nuclear y una bomba nuclear más poderosa se ha amplificado. Todo ello en el marco de una sucesión del poder dinástico de padre, Kim Jong-il, a hijo, Kim Jong-un.

Los peligrosos acontecimientos de ayer nos recuerdan que las duras medidas aislacionistas, las sanciones económicas y las presiones negociadoras no han conseguido evitar que Corea del Norte rearme su arsenal atómico, mantenga una posición propia e impredecible, y recuerde al mundo que todavía está técnicamente en guerra con Corea del Sur.

Simplificar el contencioso entre el «buen socio comercial» del Sur y el «villano favorito» del Norte no aporta soluciones. China y EEUU deben terminar su guerra de influencia en la península. La paz y la reunificación no pueden imponerse al dictado de ninguna de las partes.

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