martes, 16 de noviembre de 2010

"La muerte de las noticias reales".


Daniel Tencer, de The Raw Story (12/11/10), enuncia dos días antes a su publicación el artículo en The Washington Post (14/11/10) del célebre Ted Koppel, anterior conductor de ABC News, quien sentencia “la muerte (sic) de las noticias reales”, debido al ascenso de “organizaciones partidistas de noticias”, como Fox News y MSNBC.

Koppel alega que los conductores de noticiarios como Bill O’Reilly, de Fox News, y Keith Olbermann, de MSNBC, simbolizan la señal de que la sociedad estadunidense ha perdido interés en la verdad objetiva y ahora ostenta “un penetrante carácter distintivo que evita los hechos (sic) en favor de una realidad idealizada”, lo cual contribuyó en el colapso bancario de 2008, la crisis inmobiliaria y los incontrolables déficit y gasto militar.

Arguye que “cuando nuestros contadores, banqueros, abogados, doctores y nuestros políticos dicen sólo lo que deseamos escuchar, pese a la dura evidencia en contra, nos encaminamos al desastre”.

EU no “se encamina”, sino que ya está en “el desastre” y, lo peor, arrastra al mundo consigo en su naufragio sicológico.

Basa sus asertos en la suspensión transitoria de Olbermann debido a su flagrante contribución financiera a la campaña electoral del Partido Demócrata, pero no dice nada sobre Fox News, que representa el departamento ideológico y logístico de los bélicos neoconservadores straussianos y del mexicanófobo e islamófobo Partido del Té.

Nostálgico de sus buenos tiempos en la conducción del muy exitoso programa Nightline, en ABC News –que solíamos ver cada noche cuando la verdad universal era “unipolar” y aún no perdíamos nuestra inocencia primigenia– “cuando las cadenas de noticias consideraban la colecta y la diseminación de noticias sustantivas y sin sesgo un bien público de confiar”. Pero esa fue otra era. Hoy entramos en el nuevo mundo de Wikileaks que filtra, con las limitaciones de su origen oscuro, las verdades incómodas al sistema que instauró la dictadura de la mendacidad deliberada.

Koppel no entiende que la desregulada globalización financierista privatizó metafóricamente a Goebbels: un bien público de la propaganda nazi.

¿Cuál es la diferencia metafísica entre las noticias estatales de Goebbels y la desinformación “privada” de Fox News?

Según Koppel, el partidismo de Olbermann atrae a sus televidentes (más de un millón cada noche) por lo que sus donativos al Partido Demócrata son “consistentes” con el mercado.

El mismo Olbermann a su regreso poscastigo de solamente dos días (ya se le estaba derrumbando el rating a su empresa) comentó sin rubor que las viejas reglas de ética profesional “se deben adaptar al periodismo (sic) del siglo XXI”.

Cita a los conocidos conductores de la televisión estadunidense, quienes se reparten el pastel bipartidista: “individuos que sostienen los pilares gemelos del partidismo político y quienes son incitados por sus organizaciones propietarias (sic) debido a que su marca (sic) de análisis y comentario es altamente rentable (¡supersic!)”.

A mi entender, un axioma infaliblemente indicativo en el siglo XXI del grado de desarrollo político pudiera ser: “Dime qué conductores y comentaristas tienes y te diré el nivel de desarrollo democrático de tu país”.

Comenta que “el éxito comercial (sic) de Fox News y MSNBC es una fuente de tristeza no-partidista para mí”.

¿Ya no puede vivir un comentarista apartidista en EU en la fase de la privatización –estuve a punto de escribir “privación”– de los multimedia y su “lógica financiera”?

Reconoce que “la objetividad absoluta (sic) es inalcanzable”, pero que tampoco “Fox News ni MSNBC lo intentan siquiera” al practicar “un periodismo que es lo que representa Bernie Madoff para las inversiones”. ¡Uf!

Muy binario, contrasta los “hechos” frente a las “opiniones” que se han apoderado de los noticiarios porque son muy “baratas” (nota: en costo, obviamente, mientras dispongan de “sialismo” irrefrenable) y dejan mucho dinero sin importar las virtudes y/o defectos de sus oráculos (nota: la mayoría de muy bajo nivel intelectual; ahora sí que sus mediocres currículos hablan más).

A su juicio, el deterioro –la contaminación financierista de los noticiarios– se inicia con el programa 60 minutos, de CBS, en 1968, cuando los dueños se percataron del gran negocio que constituye difundir noticias (nota: también no propalarlas y censurarlas es otro gran negocio).

Pronto las tres grandes cadenas de entonces –CBS, NBC y ABC– crearon noticiarios como “centros de lucro” y perdieron tanto su “inocencia” como el “temor” a la revocación de sus licencias conforme se asentaba la privatización.

Admite que “la transición de las noticias de un servicio público a una rentable materia prima (sic) es irreversible” cuando la competencia ha arreciado.

Más allá de la ineludible axiología, por lo menos el televidente estadunidense tiene la oportunidad dicotómica de seleccionar entre Fox News, de extrema derecha, y MSNBC, “inclinada a la izquierda” –cosa que no ocurre en países del unidimensional totalitarismo mediático, como el muy primitivo “México neoliberal”.

El grave inconveniente es que las noticias privatizadas han contaminado el acto democrático, a fortiori en EU, donde la añeja democracia ateniense ha sufrido una transmogrificación bursátil que altera los medios (en el doble sentido) y los fines de una (s)elección genuinamente ciudadana.

¿Es irreversible la bursatilización de la muy sui géneris “democracia estadunidense”, de características aún decimonónicas, que en realidad oculta la verdadera plutocracia que reina desde Wall Street?

Daniel Tender comenta que Koppel “esboza una pintura lúgubre del futuro de las noticias al argüir que aún los nuevos consumidores tienen mayor selección en los medios que antes, lo cual desemboca en la fragmentación del público de EU”, debido al efecto multiplicador de la tecnología y el mercado.

Aunque su obituario sea atractivo por provenir de las entrañas del Minotauro al que perteneció, Koppel se queda en las asíntotas muy tangenciales del neototalitarismo multimediático –sea público o privado y mientras no sea interactivamente ciudadano– que tanto temió el epistemólogo Karl Popper.

Los “hechos” señalan que el imperante neototalitarismo multimediático en EU sufrió su transmogrificación en conjunción a su privatización bursátil y, más que nada, mediante la desregulada globalización financierista que comporta(ba) una característica trasnacional, gracias a su enorme penetración satelital metafronteriza, de exportar noticias confeccionadas para los fines últimos del dominio militar planetario de EU –cuando “el principio de realidad” (la madre de la salud mental) se volvió impermeable a las mentes desquiciadas de su sociedad permanentemente engañada por sus mendaces multimedia consagrados a elaborar espejismos.

La complicación ahora radica en cómo una sociedad inoculada con tanta mentira –que usó para librar sus guerras geoenergéticas (v. gr. desde el 11/9 hasta las inexistentes “armas de destrucción masiva” de Saddam)– puede ser desintoxicada para recuperar el juicio de realidad y retornar al sendero de la verdad luminosa.

La optimización democrática del siglo XXI pasa ineluctablemente por el control y dominio de los multimedia masivos de comunicación.

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