viernes, 28 de enero de 2011

Tunez, cuestion de dilucidar.



Súbita, la noticia acaparó la atención mundial: El ex general Zine el-Abidine ben Alí, que desde hacía 23 años gobernaba a Túnez —en el corazón del Magreb, norte de África—, huyó con su familia a Arabia Saudita, sacudido por una revuelta popular masiva dirigida, entre otros flagelos, contra el desempleo, la miseria y la corrupción imperantes.

Mientras entre los analistas internacionales hay consenso en cuanto a que los ajustes neoliberales promovidos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (BM) en ese país africano agravaron su situación, reportes de estos organismos dicen todo lo contrario, como era de esperar. Veamos, por ejemplo, algunos fragmentos del documento titulado Túnez expande economía y crea empleo, difundido recientemente por el BM:

“Túnez mejoró su competitividad y duplicó las exportaciones en el transcurso de 10 años… aceleró el crecimiento económico con la ayuda de una serie de préstamos para políticas de desarrollo del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento… deberá seguir impulsando la inversión privada y aumentando la productividad para crecer entre 6 y 7 por ciento y reducir el desempleo… El Banco está comprometido con el nuevo modelo de crecimiento del Gobierno y entregará su apoyo mediante trabajo analítico, asistencia técnica y préstamos para políticas de desarrollo en los años venideros”.

El pasaje es como decir: “Túnez es de los nuestros”. Y no el pueblo, sino su oligarquía, porque la nación magrebí está colonizada por las potencias imperialistas, muy en particular por la Unión Europea. Solo Francia tiene instaladas allí mil 200 empresas, a las que se unen sociedades británicas, belgas y españolas.

Ahora, revisando atentamente, para no pasar por incauta, una encuentra que esta rebelión popular es apoyada por ¡¿Estados Unidos?!… ¡¿Alemania?!!... ¡¿Francia?! ¡Voilà! Ya tenemos la otra posible lectura.

El presidente Barack Obama hizo un llamado en favor de elecciones “libres y justas” en Túnez y destacó “el coraje y la dignidad” de su pueblo, tras la caída de Ben Alí. La Unión Europea se pronunció por una solución democrática “durable” y convocó a la calma.

La insurrección continuaba hace unas pocas horas, y las fuerzas políticas internas anunciaban un nuevo “Gobierno de unidad”, integrado por algunas figuras opositoras, aunque mantenía en sus puestos a ministros clave del anterior régimen.

Fuentes oficiales han confirmado que en ese futuro gabinete, que buscará integrarse en unos días, para luego convocar a elecciones, no participarán ni partidos de izquierda, ni partidos islamistas, con el objetivo —dicen— de asegurar una transición a un régimen democrático, pero de “tintes moderados”. Y en ese punto, surge una pregunta: ¿Cómo es posible un régimen democrático sin las más señaladas fuerzas nacionalistas?

Tengamos en cuenta que Tunicia estuvo dominada durante muchas décadas por el imperio francés. Está situada en un lugar envidiable para el turismo europeo, rama que, junto con la pesca, representa uno de los ingresos más importantes del país. A lo largo de tantos años de un proceso de transculturación forzado, los musulmanes siguen reivindicando y peleando por sus orígenes.

Un colega de memoria envidiable nos recuerda que la búsqueda de gobiernos de “tintes moderados” resulta un arma de la tradicional panoplia imperial. ¿Acaso no lo vivimos en 1962, cuando casi todos los gobiernos y cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) expulsaron a Cuba de su seno porque “su ideología socialista extracontinental no era compatible con el sistema democrático de América”?

Rememoremos someramente también la estrategia yanqui-occidental que se operó en Yugoslavia contra el mandatario Slodoban Milosevic hace 11 años, y, más recientemente, el golpe en Honduras, la intentona en Ecuador… Algo se cocina. Y no precisamente a fuego lento. Ojalá Túnez sepa ser ejemplo de África.

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