viernes, 21 de enero de 2011

El formato de las guerras futuras.


El 17 de enero de 1991 las tropas multinacionales iniciaron la operación Tormenta del Desierto con el fin de obligar al ejército invasor de Iraq a replegarse de Kuwait ocupado.

La Guerra del Golfo Pérsico es uno de los acontecimientos principales de los últimos 20 años que dejó una huella importante en el campo militar, convirtiéndose en el primer conflicto de “un nuevo perfil”.


En un mes y medio Estados Unidos y sus aliados mostraron al mundo una estrategia militar nueva al cien por ciento a base de un sistema flexible de mando, superioridad de combate, material bélico más moderno, esquemas tácticos y operativos originales, así como una campaña informativa de gran escala, para rematar el efecto.


Los antecedentes del conflicto


El 25 de julio de 1990 se reunieron Saddam Hussein y el embajador de Estados Unidos April Glaspie, y entre los temas que discutieron abordaron el problema de Kuwait.


Actualmente, los historiadores tienen diferentes opiniones acerca de aquel encuentro.


Unos afirman que Estados Unidos provocó intencionalmente a Iraq al autorizar a su embajador anunciar la no intervención estadounidense.


Glaspie dijo que Estados Unidos no tenía una postura determinada sobre el conflicto entre Kuwait e Iraq, ya que este asunto no tenía nada que ver con Estados Unidos.


Otros creen que Hussein interpretó aquella declaración del embajador norteamericano de manera errónea calificándola como carta blanca para invadir.


El 31 de julio de 1990 la parte Iraquí hizo fracasar las negociaciones en Yida (Arabia Saudita), y el 2 de agosto proclamó la revolución en Kuwait y al mismo tiempo, las tropas de Iraq de 120 mil soldados cruzaron la frontera de Kuwait ocupando la capital, la Ciudad de Kuwait. El Emir logró huir a Arabia Saudita.


El mismo día, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó por unanimidad la resolución No. 660 que exigía a los invasores iraquíes a salir de Kuwait.


Estados Unidos, Francia y el Reino Unido declararon sanciones contra Bagdad. Pronto a ellos se adhirieron la URSS y China. Por primera vez después del año 1945 los miembros del Consejo de Seguridad fueron solidarios.


Ya el 7 de agosto Estados Unidos lanzó la operación Tormenta del Desierto: las primeras divisiones de la Fuerza Aérea y de tropas estadounidenses llegaron a Arabia Saudita. Durante los primeros meses de la operación nada parecía extraño: valiéndose de su indudable superioridad en logística, Estados Unidos y sus aliados enviaron cada vez más tropas al teatro de operaciones de combate, junto con armamento, material bélico y toda la ayuda y municiones necesarios.


En esta etapa nadie pudo suponer cómo concluirían las operaciones militares. Muchos analíticos occidentales consideraban incluso que las pérdidas comunes de las tropas de la coalición (refiriéndose a los heridos, muertos, enfermos y desaparecidos) podían ascender a decenas de miles. Asimismo esperaban grandes pérdidas en material bélico.


Vale recordar que para Estados Unidos la última guerra importante previa a la iraquí fue la de Vietnam, donde sufrieron pérdidas aún más numerosas y duró casi 10 años.


La hora de tormenta


Tampoco nadie pudo prever qué formato tendrían las acciones bélicas. Occidente no estaba dispuesto a librar una guerra tradicional. Partiendo de su experiencia propia en Vietnam y de la ajena, en otros conflictos, Estados Unidos apostó por la supremacía de su Fuerzas Aérea, y utilizó la ofensiva aérea para impedir que Iraq continuara la guerra.


Las batallas terrestres de gran escala no fueron planeadas aunque tampoco se descartaron.


Estados Unidos y los aliados reunieron cerca de las fronteras de Iraq tropas impresionantes: hasta 600 mil soldados, más de 4 mil carros de combate, más de 3,7 mil piezas de artillería y morteros, alrededor de 2 mil aviones y más de 100 buques, incluidos seis portaaviones multifuncionales y dos barcos de línea con misiles de crucero Tomahawk. Más del 80% de estas fuerzas pertenecían a Estados Unidos, dotados con sistemas de alta precisión y material bélico moderno.


En carros de combate y sistemas de artillería (más de 700 mil soldados, unos 5 mil carros, más de 8 mil piezas de artillería y morteros), las tropas de Iraq tenían ventaja, pero eran inferiores en aviones de combate y buques de guerra (700 y 10, respectivamente).


En comparación con las fuerzas de la coalición, los puntos vulnerables de las fuerzas iraquíes fueron los centros de mando y de comunicación, y, lo más importante, la estrategia militar.


Iraq no pudo prepararse para resistir un ataque por aire tan masivo contra los objetivos importantes y mucho menos pudo contrarrestar aquel ataque.


La guerra en el aire


El protagonista principal en el ataque aéreo que comenzó la operación Tormenta del Desierto, el 17 de enero de 1991, fue el avión F-117 Nighthawk cuya tecnología furtiva lo volvió prácticamente invisible a los radares.


La Fuerza Aérea estadounidense no podían asegurar la destrucción total de la Defensa Antiaérea iraquí, y el alto mando de Estados Unidos temía pérdidas considerables. Sólo en el primer día, cuando los F-117 realizaron un 5% de sus salidas durante la guerra, lograron destruir un tercio de todos los objetivos estratégicos sin sufrir ninguna pérdida.


Estados Unidos utilizaron muchos aviones de guerra electrónica y aviones modificados tipo Wild Weasel, que eran cazas F-4 y F-16 equipados y preparados para la supresión de defensa antiaérea con misiles y bombas guiadas.


Asimismo, emplearon activamente aviones de alerta temprana, aviones cisterna y un grupo importante de satélites.


Todo ello permitió a los cazas polivalentes y los aviones de ataque a tierra de Fuerza Aérea y de Armada de Estados Unidos realizar centenas de vuelos de combate al día con una eficacia muy alta.


Las pérdidas de la Fuerza Aérea de la coalición resultaron ínfimas: 41 aviones, 28 de ellos derribados por enemigos, frente a 35 mil vuelos, lo que sirvió de base a teoría sobre el fracaso de la defensa antiaérea de Iraq.


Algunos hasta afirmaron que de alguna manera, la coalición logró infiltrarse en la dirección del sistema de defensa antiaérea de Iraq para desconectarlo.


Se habló también de una total incapacidad de los sistemas de defensa antiaérea soviéticos, con los cuales estaba armado Iraq, de hacer frente a la técnica de aviación occidental moderna.


En realidad, es que fue un combate entre las fuerzas armadas de diferentes generaciones con un nivel de seguridad y preparación absolutamente diferente.


Iraq no estaba listo a librar una guerra en el formato propuesto. Aunque hubiera sido armado con misiles teledirigidos estadounidenses y sus fuerzas aéreas hubieran sido compuestas por aviones de producción occidental sólo, el resultado de la guerra, ceteris paribus, no habría sido diferente.


La campaña terrestre, en el curso de la cual las tropas iraquíes fueron expulsadas de Kuwait, duró tan sólo cinco días, desde el 24 hasta el 28 de febrero.


El general Schwarzkopf, comandante de las tropas de coalición internacional, asestó el golpe principal contra la frontera entre Arabia Saudita e Iraq, al rodear las tropas iraquíes en Kuwait.


El 28 de febrero, por la mañana, Iraq se rindió y aceptó las condiciones impuestas por las Naciones Unidas. El 3 de marzo de 1991, en la ciudad de Safwan, el lugar de la base de la Fuerza Aérea Iraquí, fue firmado el acuerdo sobre un alto el fuego.


Las pérdidas de la coalición resultaron mínimas: menos de 300 de víctimas mortales. Las Fuerzas Armadas de Iraq perdieron más de 20 mil soldados. Se habla también de las víctimas entre la población civil, que según algunas fuentes alcanzaron 100 o hasta 200 mil personas, pero según datos oficiales del gobierno iraquí en el curso de ataques aéreos fueron matados unos 2.300 ciudadanos.


El efecto psicológico


Los resultados de la Guerra del Golfo fueron empleados activamente en la guerra informativa contra la URSS, en el curso de la cual se trazó un parangón entre los ejércitos iraquí y soviético, valiéndose de que Iraq fue armado por material bélico soviético y muchos de sus oficiales pasaron la instrucción de combate en la URSS.


Es verdad que los jefes militares soviéticos al igual que la gente común quedaron pasmados al ver los resultados de la guerra. Los impactantes cuadros televisivos, uno de los factores importantes que fijó la victoria de Estados Unidos, reforzó ese efecto.


Pero la propaganda que insinuaba defectos irreparables de la técnica soviética incapaz de oponerse a la técnica moderna del Occidente estaba muy lejos de la verdad.


La razón real de la derrota de Iraq no consistió en un atraso, verdadero o aparente, de la técnica, sino de una larga cadena de circunstancias de carácter organizativo, técnico, sicológico y político-económico.


La guerra exageró la popularidad de la teoría de “guerras de nueva generación”, en las cuales no hay lugar para la técnica obsoleta.


Aquí se nota la exageración de los factores técnicos de la victoria estadounidense y de los aliados y la reticencia sobre los factores organizativos.


Presisamente en la organización, en el sistema de mando moderno y en su flexibilidad estriba el secreto de la victoria en los conflictos de resolución rápida de hoy.


El armamento, aunque sigue siendo un factor importante, ocupa un lugar secundario en comparación con la habilidad de resolver el problema más pronto que el adversario y ver la situación de manera más completa lo antes posible.


Todavía en esta guerra no hubo lugar para las tecnologías láser, los cañones magnéticos y decenas de miles de misiles de crucero, pero sí que el tiempo, la esencia y los objetos de los combates ya están totalmente diferentes. En este sentido, la Guerra del Golfo fue innovadora.


¿Pudo ganar Iraq?


Al parecer, es otra pregunta que no tiene una respuesta inequívoca. Algunos expertos, incluidos militares ex soviéticos, creen que con más audacia y el empleo de los recursos de una manera más correcta, Iraq podría haber ganado.


Por ejemplo, al realizar un ataque preventivo contra las tropas de coalición ya en otoño de 1990.


Dejando aparte el aspecto político que excluía que Hussein actuara así, ya que no quería una guerra de gran escala con sus vecinos, analicemos el aspecto militar.


En teoría, Iraq contaba con un ejército bastante numeroso y material bélico moderno suficiente para asestar un golpe preventivo contra los aeródromos donde los aviones no estaban todavía preparados para el combate, o atacar los enormes parques de municiones descargados de barcos, etc.


Pero para un ataque así habría hecho falta además otro nivel de preparación del alto mando iraquí, otro esquema de acciones de fuerzas aéreas del país: buena organización, reacción rápida, flexibilidad e interacción al nivel demostrado por las tropas de Estados Unidos y sus aliados.


El ejército de Saddam Hussein no contaba con ninguna de dichas cualidades. Por eso las fantasías sobre la victoria de Iraq en el caso de ataque preventivo carecen de fundamento.

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