En países afligidos rutinariamente por la violencia política, el intento de asesinato de una congresista estadounidense en el inestable estado fronterizo de Arizona fue visto ampliamente el lunes como una señal de que la política podría volverse más peligrosa en un Estados Unidos con problemas económicos y cada vez más polarizado.
Aunque reconocieron la respuesta sobria e institucional al ataque, políticos, intelectuales y columnistas _incluida gente personalmente marcada por la violencia política_ tendieron a mirar más allá de la evidencia de que el acusado, un hombre de 22 años y marginado social, estaba mentalmente perturbado y actuó solo.
Expresaron alarma por lo que ven como una creciente intolerancia política en Estados Unidos, considerándola como un fertilizante para la inestabilidad con tendencia a alentar más derramamiento de sangre.
En el violento frenesí del sábado, en el que resultó gravemente herida la legisladora federal Gabrielle Giffords y murieron seis personas, "yo veo que hay una relación con todo lo que esta pasando allí y que ha puesto en evidencia lo peligroso que se está volviendo hacer política y hacer política de verdad, es decir con cambios, en Estados Unidos en general y en Arizona en particular", dijo la columnista colombiana María Jimena Duzán.
"Es como un especie de gran alarma para saber qué está pasando en esta sociedad, una sociedad donde la política está siendo desplazada cada vez más por la violencia; y esto es lo que a nosotros nos pasó, y es lo que hay que impedir", señaló Duzán, cuya hermana reportera Sylvia fue víctima en 1990 de un asesinato político. "Es lo que nos sucedió a nosotros (en Colombia). Y debe impedirse".
En Colombia, paramilitares empleados por traficantes de drogas y terratenientes acaudalados, y frecuentemente respaldados por oficiales militares, han matado a miles de personas desde la década de 1980 en una guerra sucia que no ha podido erradicar la violencia rebelde de izquierda.
Para Duzán, Arizona es un caldero de paranoia política y temor en ebullición, rebosante de armas de fuego contrabandeadas con regularidad al vecino México e infectado por una frontera plagada de violencia ejercida por los cárteles de las drogas. Duzán sólo quiere saber qué tan violenta es capaz de volverse la extrema derecha en Estados Unidos.
Giffords, una demócrata cuyo distrito es fronterizo con México, es una franca impulsora de una reforma de inmigración y se ha opuesto enérgicamente a la ley de Arizona sobre la materia que permitiría a la policía exigir documentos de identificación a cualquier persona que sospeche que está ilegalmente en el país.
Sigue sin aclararse si el agresor, quien utilizó una pistola Glock calibre nueve milímetros que según la policía adquirió en noviembre en una tienda de armas, atacó a Giffords debido a las posiciones políticas de ésta.
Lorena Escudero, principal funcionaria de inmigración de Ecuador, dice que cree que las ideas políticas de Giffords la hacen vulnerable. Consideró el ataque como "producto de esta enorme polarización que existe en Estados Unidos con respecto al tema de los derechos humanos, y fundamentalmente de los derechos de los migrantes".
"Yo creo que este tema por un lado esta siendo muy seguido en America Latina porque nosotros también en America Latina tenemos este mal. Tenemos el mal de la intolerancia", dijo Sergio Dahbar, un escritor venezolano y editor de revista.
Cecilia Soto, en una columna en el diario mexicano Excélsior, calificó el ataque de Arizona como "una señal alarmante" no sólo de la complicada agenda Estados Unidos-México en una frontera que los funcionarios estadounidenses han fortificado con tropas de la Guardia Nacional, "sino también por la salud de la democracia en Estados Unidos".
Notó la ironía de que Giffords es defensora de los derechos a portar armas en un país que suministra a México rutinariamente las armas utilizadas para matar a políticos, policías y periodistas.
Duzán cree que ahora deberá reforzarse la seguridad de los legisladores estadounidenses.
Eso fue precisamente lo que ocurrió en Holanda después de dos asesinatos políticos muy publicitados: el de Pim Fortuyn, opositor a la inmigración, en el 2002, y dos años después el del director de cine Theo van Gogh a manos de un extremista islámico.
Una nación donde el ataque a Giffords atrajo poca atención de la prensa fue Pakistán. Los asesinatos políticos son comunes allí, y la violencia política se ha incrementado en los últimos cinco años con el fortalecimiento del extremismo islámico.
El baño de sangre en Arizona ocurrió menos de una semana después del asesinato de un gobernador provincial liberal paquistaní, Salman Taseer, por uno de sus guardaespaldas.
El ex presidente colombiano Andrés Pastrana, quien también fue embajador de su país ante Washington en el período 2002-2006, dijo que estaba preocupado por la intolerancia política en Estados Unidos, pero también impresionado por la condena universal al ataque a Giffords, y por la forma en que los estadounidenses están consumidos por ello.
Aunque reconocieron la respuesta sobria e institucional al ataque, políticos, intelectuales y columnistas _incluida gente personalmente marcada por la violencia política_ tendieron a mirar más allá de la evidencia de que el acusado, un hombre de 22 años y marginado social, estaba mentalmente perturbado y actuó solo.
Expresaron alarma por lo que ven como una creciente intolerancia política en Estados Unidos, considerándola como un fertilizante para la inestabilidad con tendencia a alentar más derramamiento de sangre.
En el violento frenesí del sábado, en el que resultó gravemente herida la legisladora federal Gabrielle Giffords y murieron seis personas, "yo veo que hay una relación con todo lo que esta pasando allí y que ha puesto en evidencia lo peligroso que se está volviendo hacer política y hacer política de verdad, es decir con cambios, en Estados Unidos en general y en Arizona en particular", dijo la columnista colombiana María Jimena Duzán.
"Es como un especie de gran alarma para saber qué está pasando en esta sociedad, una sociedad donde la política está siendo desplazada cada vez más por la violencia; y esto es lo que a nosotros nos pasó, y es lo que hay que impedir", señaló Duzán, cuya hermana reportera Sylvia fue víctima en 1990 de un asesinato político. "Es lo que nos sucedió a nosotros (en Colombia). Y debe impedirse".
En Colombia, paramilitares empleados por traficantes de drogas y terratenientes acaudalados, y frecuentemente respaldados por oficiales militares, han matado a miles de personas desde la década de 1980 en una guerra sucia que no ha podido erradicar la violencia rebelde de izquierda.
Para Duzán, Arizona es un caldero de paranoia política y temor en ebullición, rebosante de armas de fuego contrabandeadas con regularidad al vecino México e infectado por una frontera plagada de violencia ejercida por los cárteles de las drogas. Duzán sólo quiere saber qué tan violenta es capaz de volverse la extrema derecha en Estados Unidos.
Giffords, una demócrata cuyo distrito es fronterizo con México, es una franca impulsora de una reforma de inmigración y se ha opuesto enérgicamente a la ley de Arizona sobre la materia que permitiría a la policía exigir documentos de identificación a cualquier persona que sospeche que está ilegalmente en el país.
Sigue sin aclararse si el agresor, quien utilizó una pistola Glock calibre nueve milímetros que según la policía adquirió en noviembre en una tienda de armas, atacó a Giffords debido a las posiciones políticas de ésta.
Lorena Escudero, principal funcionaria de inmigración de Ecuador, dice que cree que las ideas políticas de Giffords la hacen vulnerable. Consideró el ataque como "producto de esta enorme polarización que existe en Estados Unidos con respecto al tema de los derechos humanos, y fundamentalmente de los derechos de los migrantes".
"Yo creo que este tema por un lado esta siendo muy seguido en America Latina porque nosotros también en America Latina tenemos este mal. Tenemos el mal de la intolerancia", dijo Sergio Dahbar, un escritor venezolano y editor de revista.
Cecilia Soto, en una columna en el diario mexicano Excélsior, calificó el ataque de Arizona como "una señal alarmante" no sólo de la complicada agenda Estados Unidos-México en una frontera que los funcionarios estadounidenses han fortificado con tropas de la Guardia Nacional, "sino también por la salud de la democracia en Estados Unidos".
Notó la ironía de que Giffords es defensora de los derechos a portar armas en un país que suministra a México rutinariamente las armas utilizadas para matar a políticos, policías y periodistas.
Duzán cree que ahora deberá reforzarse la seguridad de los legisladores estadounidenses.
Eso fue precisamente lo que ocurrió en Holanda después de dos asesinatos políticos muy publicitados: el de Pim Fortuyn, opositor a la inmigración, en el 2002, y dos años después el del director de cine Theo van Gogh a manos de un extremista islámico.
Una nación donde el ataque a Giffords atrajo poca atención de la prensa fue Pakistán. Los asesinatos políticos son comunes allí, y la violencia política se ha incrementado en los últimos cinco años con el fortalecimiento del extremismo islámico.
El baño de sangre en Arizona ocurrió menos de una semana después del asesinato de un gobernador provincial liberal paquistaní, Salman Taseer, por uno de sus guardaespaldas.
El ex presidente colombiano Andrés Pastrana, quien también fue embajador de su país ante Washington en el período 2002-2006, dijo que estaba preocupado por la intolerancia política en Estados Unidos, pero también impresionado por la condena universal al ataque a Giffords, y por la forma en que los estadounidenses están consumidos por ello.
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