Fidel Castro cumple hoy 84 años. El líder cubano ha visto pasar a 10 presidentes de Estados Unidos y el actual, Barack Obama, aún mantiene el embargo económico a la isla impuesto en 1961 por John F. Kennedy. Fidel ha sobrevivido a varios intentos de asesinato planeados por la CIA y a una grave enfermedad que lo puso al borde de la muerte hace cuatro años.
El régimen socialista que instauró en Cuba ha sobrevivido al bloqueo comercial estadounidense, al colapso del mundo comunista y la desaparición de la Unión Soviética y a la transformación de América Latina, de región plagada de dictaduras a espacio de naciones democráticas que mantiene al modelo político cubano como excéntrico.
En los últimos días, el legendario héroe del asalto al cuartel Moncada, que marca el inicio de la Revolución cubana (1953), reapareció como un verdadero resucitado para seguir librando batallas en la defensa de su sistema. No sólo eso. Fidel, convertido en una especie de líder moral del comunismo —los dirigentes chinos o vietnamitas no parecen querer disputarle el título y mucho menos el norcoreano Kim Jong- il—, alerta en sus reflexiones y mensajes sobre el peligro inminente que ve para el mundo: una guerra nuclear, la amenaza que nubló durante décadas de guerra fría el horizonte mundial, que él, personalmente, vivió muy cerca durante la crisis de los misiles de 1962. Su advertencia suena descabellada, como expresión de senectud de un Quijote marchito que perdió el contacto con la realidad, pero Fidel Castro sabe de lo que habla. Por viejo y por diablo.
En 1992, un arrepentido Robert McNamara, secretario de Defensa de Kennedy y protagonista como Fidel Castro de la crisis de los misiles que puso al mundo al borde del armagedon nuclear, visitó la isla para participar en una conferencia que revisó tres décadas después aquellos días de tensión internacional; el propósito del encuentro, aprender la lección del pasado y evitar otra confrontación similar. Ahora, Fidel, el reaparecido, el que viste otra vez el uniforme verde olivo, advierte que existe de nuevo el peligro de una guerra atómica, esta vez en Medio Oriente.
Un asunto prioritario
En entrevista con los periodistas venezolanos Vanessa Davis, Andrés Izarra, Walter Martínez y Mario Silva, el pasado día 10, Fidel Castro dijo que debido a su larga convalecencia tuvo tiempo para meditar sobre este problema y aunque existen otras situaciones, éste es de “máxima prioridad”. Como un Tiresias ciego para ver el presente, el líder cubano avizora el futuro y ve lo que el común de los mortales ignora. Así, pide a Obama evitar la guerra nuclear que resultaría de un ataque de Estados Unidos contra Irán. “Las actuales circunstancias obligan a un hombre como Obama a convertirse en un Nerón, que le prende fuego a Roma, la pone a arder; él tendría que poner al mundo a arder, tendría que decidir, en primer lugar, la muerte de cientos de millones de personas; ¡son más!, pero yo dije cientos para no parecer exagerado.
Y, además, la primera consecuencia de su orden es que mueren todos los tripulantes de los portaaviones y hunden los barcos de EU en la zona, los submarinos los van a hundir pero no van a tener quien los rescate, o los lleve o los recoja cuando salgan a la superficie”, dijo el caudillo en tono profético como si describiera una secuencia cinematográfica bélica. Y como Fidel Castro siempre ha creído estar del lado correcto de la historia, la misma que según alega desde 1953, “lo absolverá”, repite su advertencia hasta el cansancio e incluso ayer le pidió al líder de izquierda mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que tome en cuenta el asunto y haga su parte para frenar la guerra que ve venir.
Abona inesperadamente en su favor el reportaje de Jeffrey Goldberg en el más reciente número de la revista estadounidense The Atlantic en el que se afirma que un ataque preventivo de Israel para eliminar la amenaza nuclear de Irán “será desastroso”, pero “podría ocurrir a pesar de ello”. Por lo demás, los eficientes servicios de inteligencia cubanos (G2) deben tener bien informado al supremo comandante. Pasada la crisis de los disidentes cubanos presos, la huelga de hambre y muerte de Orlando Zapata, la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, Fidel Castro retoma el ritmo, no para gobernar Cuba, que para eso está Raúl, el hermano menor, sino para ocuparse de cosas realmente importantes. Fidel ya no es un operador, marca el rumbo. Quiere estar en el panteón de los héroes, con su revolución cincuentenaria viva, desafiando a Estados Unidos.
Las modalidades del Estado cubano pueden cambiar: los Castro pueden permitir la inversión extranjera o prohibirla, pueden abrir o cerrar más el régimen, pero nunca permitirán el suicidio de la revolución. Fidel Castro no vislumbra el colapso del socialismo en la isla.
Por el contrario, él aspira a convertirse (tradición hispana en la sangre) en un Cid Campeador que gane batallas aun después de muerto.
El régimen socialista que instauró en Cuba ha sobrevivido al bloqueo comercial estadounidense, al colapso del mundo comunista y la desaparición de la Unión Soviética y a la transformación de América Latina, de región plagada de dictaduras a espacio de naciones democráticas que mantiene al modelo político cubano como excéntrico.
En los últimos días, el legendario héroe del asalto al cuartel Moncada, que marca el inicio de la Revolución cubana (1953), reapareció como un verdadero resucitado para seguir librando batallas en la defensa de su sistema. No sólo eso. Fidel, convertido en una especie de líder moral del comunismo —los dirigentes chinos o vietnamitas no parecen querer disputarle el título y mucho menos el norcoreano Kim Jong- il—, alerta en sus reflexiones y mensajes sobre el peligro inminente que ve para el mundo: una guerra nuclear, la amenaza que nubló durante décadas de guerra fría el horizonte mundial, que él, personalmente, vivió muy cerca durante la crisis de los misiles de 1962. Su advertencia suena descabellada, como expresión de senectud de un Quijote marchito que perdió el contacto con la realidad, pero Fidel Castro sabe de lo que habla. Por viejo y por diablo.
En 1992, un arrepentido Robert McNamara, secretario de Defensa de Kennedy y protagonista como Fidel Castro de la crisis de los misiles que puso al mundo al borde del armagedon nuclear, visitó la isla para participar en una conferencia que revisó tres décadas después aquellos días de tensión internacional; el propósito del encuentro, aprender la lección del pasado y evitar otra confrontación similar. Ahora, Fidel, el reaparecido, el que viste otra vez el uniforme verde olivo, advierte que existe de nuevo el peligro de una guerra atómica, esta vez en Medio Oriente.
Un asunto prioritario
En entrevista con los periodistas venezolanos Vanessa Davis, Andrés Izarra, Walter Martínez y Mario Silva, el pasado día 10, Fidel Castro dijo que debido a su larga convalecencia tuvo tiempo para meditar sobre este problema y aunque existen otras situaciones, éste es de “máxima prioridad”. Como un Tiresias ciego para ver el presente, el líder cubano avizora el futuro y ve lo que el común de los mortales ignora. Así, pide a Obama evitar la guerra nuclear que resultaría de un ataque de Estados Unidos contra Irán. “Las actuales circunstancias obligan a un hombre como Obama a convertirse en un Nerón, que le prende fuego a Roma, la pone a arder; él tendría que poner al mundo a arder, tendría que decidir, en primer lugar, la muerte de cientos de millones de personas; ¡son más!, pero yo dije cientos para no parecer exagerado.
Y, además, la primera consecuencia de su orden es que mueren todos los tripulantes de los portaaviones y hunden los barcos de EU en la zona, los submarinos los van a hundir pero no van a tener quien los rescate, o los lleve o los recoja cuando salgan a la superficie”, dijo el caudillo en tono profético como si describiera una secuencia cinematográfica bélica. Y como Fidel Castro siempre ha creído estar del lado correcto de la historia, la misma que según alega desde 1953, “lo absolverá”, repite su advertencia hasta el cansancio e incluso ayer le pidió al líder de izquierda mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que tome en cuenta el asunto y haga su parte para frenar la guerra que ve venir.
Abona inesperadamente en su favor el reportaje de Jeffrey Goldberg en el más reciente número de la revista estadounidense The Atlantic en el que se afirma que un ataque preventivo de Israel para eliminar la amenaza nuclear de Irán “será desastroso”, pero “podría ocurrir a pesar de ello”. Por lo demás, los eficientes servicios de inteligencia cubanos (G2) deben tener bien informado al supremo comandante. Pasada la crisis de los disidentes cubanos presos, la huelga de hambre y muerte de Orlando Zapata, la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, Fidel Castro retoma el ritmo, no para gobernar Cuba, que para eso está Raúl, el hermano menor, sino para ocuparse de cosas realmente importantes. Fidel ya no es un operador, marca el rumbo. Quiere estar en el panteón de los héroes, con su revolución cincuentenaria viva, desafiando a Estados Unidos.
Las modalidades del Estado cubano pueden cambiar: los Castro pueden permitir la inversión extranjera o prohibirla, pueden abrir o cerrar más el régimen, pero nunca permitirán el suicidio de la revolución. Fidel Castro no vislumbra el colapso del socialismo en la isla.
Por el contrario, él aspira a convertirse (tradición hispana en la sangre) en un Cid Campeador que gane batallas aun después de muerto.
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