Gadafi, de socio a enemigo
Empujado por el torbellino de la historia, Rodríguez Zapatero no tiene reparo en convertir de la noche a la mañana en enemigo al amigo a quien hasta ayer vendió armas. Es el caso de Muammar el Gadafi, que ha pasado de ser considerado por La Moncloa como un “socio especial”, a ser un apestado al que hay que desalojar del poder por la fuerza. Ésta es una de las claves que explican por qué España se convirtió en 2008 en el sexto exportador de armas del mundo.
A raíz de la visita oficial de Gadafi en diciembre de 2007, el Gobierno de Zapatero cerró un acuerdo con el líder libio para venderle sistemas de armas por 1.500 millones. El Ejecutivo ocultó la información,
que ha sido conocida ahora gracias a los cables de Wikileaks.
Al detalle
Días después de la estancia del dirigente libio, el entonces embajador norteamericano Eduardo Aguirre informaba al Departamento de Estado, en un telegrama clasificado como “confidencial” y fechado
el 14 de enero de 2008, de una alianza comercial hispano-libia que garantizaba a España obras e infraestructuras por 12.500 millones, incluido el capítulo del armamento. Como resultado, Moncloa desbloqueó la venta de armas al país norteafricano, si bien la factura final se ha quedado muy lejos de las expectativas creadas, con unos ingresos que apenas han superado los 35 millones, centrados en tecnologías de doble uso.
Con los tambores de guerra redoblando, el Gobierno español bloqueó el pasado 22 de febrero el suministro a Libia de 1.000 gafas de visión nocturna y sus accesorios. Este material, imprescindible para atacar objetivos en plena oscuridad, habría aumentado la capacidad operativa del Ejército leal a Gadafi. No son, pues, descabellados los comentarios en medios diplomáticos de Madrid que achacaban a Estados Unidos haber forzado el veto de dicho envío.
Sin embargo, los arsenales del líder libio cuentan con una panoplia variada y letal de fabricación española. En el primer semestre de 2010, el Gobierno autorizó exportaciones por valor de 7,8 millones, repartidos en munición, granadas, bombas, equipos de infrarrojos y de imágenes por radar, así como componentes de aviones de combate, junto con las citadas gafas. No hay cifras oficiales sobre el segundo semestre, ni sobre los envíos realizados en los dos primeros meses de este año a la espera de que los haga públicos la Subdirección General de Comercio Exterior de Material de Defensa y de Doble Uso.
Clientes cuestionables
Pero Libia es sólo un capítulo más de las exportaciones españolas de armas a regímenes dudosos, desde países en los que se vulneran los derechos humanos, hasta dictaduras incluidas en los ranking de Naciones Unidas.Más que de la escasa cuantía de las partidas se trata de la clase de materiales vendidos, comopor ejemplo equipos policiales y antidisturbios, a regímenes represivos. Sin dejar de lado las armas cortas y ligeras, de bajo coste y fácil transporte.
La crisis no parece afectar a la venta de armas. La industria española de Defensa ha conseguido el triple diez: multiplicar por diez en la última década las exportaciones y colocarse entre los diez países que más armas venden. La pregunta es si este triplete ha de considerarse un galardón del que presumir.
Las empresas que integran el complejo industrial-militar español aseguran que el aumento de las exportaciones obedece al reconocimiento internacional de nuestra tecnología, fruto de las políticas en I+D. Argumentan que el grueso de las ventas exteriores (64,8 por ciento) está constituido por los países miembros de la OTAN, la UE y EEUU. Son programas de cooperación en los grandes sistemas de armas europeos (caza Eurofighter, avión de transporte A400M, helicóptero Tigre, carro Leopard, fragatas, misiles, simuladores...) que crean miles de puestos de trabajo.
Respecto al 35 por ciento restante, repartido entre 44 países, el sector coincide en que se puede hacer mejor. Sobre todo, la exigencia de un mayor autocontrol a la hora de vender a países que vulneran los derechos humanos. Precisamente son las empresas que exportan armas cortas y ligeras, munición y cañones, cuya contribución al sistema productivo español es muy limitada, las que causan un impacto devastador en los conflictos abiertos por todo el mundo. Directivos de la industria, militares y funcionarios de la ONU coinciden en que el camino para evitar que España se convierta en un país de referencia sobre malas prácticas, pasa por la aplicación estricta del Código de Conducta europeo relativo a la venta de armamento.
La norma enuncia que no deben exportarse armas a países que puedan destinarlas a: "Fines de represión interna (...) donde se hayan constatado graves violaciones de los derechos humanos, (...) que el receptor pueda utilizar el producto para agredir a otra nación o imponer (...) una reivindicación territorial (...) y sirvan para provocar o prolongar conflictos armados". Éste es el caso de armas españolas vendidas a Colombia, Marruecos, Israel, Pakistán o Indonesia. De ahí que la argumentación de Zapatero de que nuestro comercio con Oriente Medio y el Norte de
África sólo representa el 1,2 por ciento del total, no se sostenga a la luz del Código de Conducta europeo. La cuestión no es la cuantía de las ventas, sino las garantías democráticas de esos países.
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