viernes, 4 de febrero de 2011

El turno de los oprimidos.



No hay en la historia universal pueblos donde la opresión haya sido tan total y prolongada como en los países árabes, actualmente 22 estados del Medio Oriente y el Norte de África. Si bien es cierto que los árabes inventaron el algebra, también lo es que no han conocido la democracia, ni las libertades políticas, siquiera en sus expresiones más elementales.

Semejante situación se debe a los efectos combinados de la dominación de los clanes locales que en miles de años evolucionaron poco o no evolucionaron nada, a la dominación otomana, a la religiosidad utilizada en función de la dominación política y social, a la hostilidad de occidente en forma de guerras religiosas, ocupación colonial, prácticas neo coloniales, explotación imperial, clientelismo político y a la agresión israelí que en conjunto, han ejercido un efecto devastador sobre la cultura política en la región.


No existe en todo el entorno árabe una sola democracia firmemente establecida, ninguna doctrina política ha echado raíces profundas y las grandes corrientes políticas están virtualmente ausentes. Excepto pequeñas y abnegadas agrupaciones, no hay en el Levante presencia de partidos marxistas, socialdemócratas y naturalmente el pensamiento socialcristiano carece de representación.


La mayor fuerza política organizada en la historia árabe, el Partido Socialista del Renacimiento Árabe (Baas) o (Baath), de matriz nacionalista, fundado en 1947 y que llegó a ser una formación panárabe que ejerció el poder en Siria e Irak y en consonancia con su ecléctica filosofía, trató de conciliar elementos del socialismo con una interpretación árabe que lo asociaba a la religión islámica desde una perspectiva laica, está virtualmente desaparecido. En Irak los ocupantes norteamericanos ilegalizaron al partido Baas que curiosamente es también confrontado por Al-Qaeda y el Talibán.


Como mismo ocurrió en las culturas y civilizaciones desarrolladas en Europa y el Lejano Oriente, en el entorno árabe, en la antigüedad, se desplegaron grandes ajustes territoriales, migraciones y conquistas que, acompañadas por procesos de carácter cultural forjaron lazos basados en la comunidad de territorios, en la lengua, la religión y la tradición. Los conquistadores árabes dominaron en España y se internaron en Europa hasta que fueron contenidos en la región francesa de Poitiers por el rey carolingio Carlos Martel (688-741).


Dos siglos de Cruzadas” que, entre otras cosas dieron lugar al establecimiento del “Reino Latino de Jerusalén” que duró unos doscientos años, echó las bases de la presencia occidental en la zona, y puso a Europa en contacto con las magnificas posibilidades económicas y culturales del Oriente Cercano, unido la liberación de los reinos ibéricos y la fundación de la España moderna que durante seis siglos había sido musulmana y el descubrimiento de América que abrió las rutas marítimas con el Oriente y restó importancia al comercio terrestres y a través del mar Mediterráneo, configuraron realidades que aislaron los vastos territorios donde la civilización, principalmente en el ámbito político, pareció detenerse.


La dominación de territorios árabes por el Imperio Otomano durante 400 años, los resultados de la Primera Guerra Mundial que abrió el Medio Oriente a Inglaterra y Francia que se lanzaron sobre sus riquezas, principalmente el petróleo; las invasiones nazi, la presencia aliada y soviética, la partición de Palestina y la entronización en aquellos ambientes del Israel y el sionismo y más tarde la Guerra Fría, a pesar de la labor de líderes de la talla de Nasser y Arafat, contribuyeron poderosamente al estancamiento político en la región.


Los movimientos que hoy por diferentes rutas avanzan en el Medio Oriente y otros países árabes e islámicos, dos de ellos Irak y Afganistán ocupados por Estados Unidos y que alcanzan especial intensidad en Egipto y Tunez, no son procesos exclusivamente locales ni absolutamente espontáneos, sino parte de un enorme reajuste político a escala regional.


A diferencia de lo que históricamente ha predominado en los procesos políticos en los escenarios árabes-islámicos, ahora no se trata de revueltas palaciegas, golpes militares ni de acciones protagonizadas por afamados caudillos, sino del debut de las masas en una antiquísima cultura que sin embargo agrupa a la población más joven del planeta. El 52 % de los egipcios tienen menos de 25 años, proporción que aproximadamente se cumple en el resto de los países, donde la población posee mínimos de ilustración y está extraordinariamente motivada por asomarse a las corrientes civilizatorios en marcha.


El hecho de que en el Medio Oriente y África del Norte, no se desarrollaran instituciones políticas modernas, se vuelve ahora contra los que hasta la víspera se beneficiaron con el atraso institucional, especialmente Estados Unidos y Europa que ante el debilitamiento de gobiernos caracterizados por su autoritarismo, no tienen manera de asegurar la continuidad del sistema.


Suponiendo incluso que Estados Unidos logre instalar en los gobiernos elementos como Mohamed El Baradei, no podrá impedir que emerjan otras fuerzas, principalmente islámicas que tanto en lo inmediato como a mediano plazo pueden convertirse en factores de poder. En ningún país del Medio Oriente y el Norte de África, los norteamericanos tienen un relevo al que puedan acudir como quien saca un as de la manga.


Tampoco se trata ahora de revoluciones clasistas a la antigua, dominada por alguna expresión ideológica, no parecen intifadas al estilo palestino, no son movimiento amparados por el clero como en Irán, ni guardan semejanza con los movimientos sociales de Sudamérica; sino que se trata fenómenos sui generis y probablemente enteramente nuevos ponentes de un rechazo masivo y definitivo a la condición antediluviana en que viven las sociedades árabes-musulmanas y a la cual la independencia y mucho menos el capitalismo neoliberal dieron respuesta en ningún país.


De todas las apuestas la más segura para occidente pudieran ser los militares, sin olvidar que de su seno, como ya ocurrió antes, emergieron figuras como Nasser, Kadafi, El Asad y otros que pueden salir a la palestra y capitalizar la acción de las masas. En cualquier caso parece tratarse del turno de los oprimidos. Allá nos vemos.

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