En respuesta a la desnuclearización de Obama –desde su Revisión de Postura Nuclear, pasando por el segundo recorte de armas nucleares estratégicas (START II, por sus siglas en inglés), hasta la coreográfica Cumbre de Seguridad Nuclear–, Irán celebró el 17 de abril en Teherán la conferencia Poder nuclear para todos, armas nucleares para ninguno, a la que concurrieron representantes de 60 países y varias organizaciones internacionales, con la presencia de siete cancilleres, entre quienes destacaron notablemente los viceministros del Exterior de Rusia y de China.
En la poco publicitada conferencia de Teherán, el prominente legislador Kazem Jalali declaró al rotativo Tehran Times que el objetivo de la conferencia era “revivir el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP)”. Según Kazem Jalali, Irán desea anunciar categóricamente al mundo que “no persigue dotarse de armas nucleares”, lo cual “contraviene la fatwa (mandato islámico chiíta)” del supremo líder Jamenei.
En el lapso de 12 días, desde Washington hasta Teherán, los presidentes Obama y Ahmadinejad buscan con diferentes estilos llegar con el máximo de fortaleza argumentativa a la crucial conferencia de revisión quinquenal del TNP que tendrá lugar durante 26 largos días en la sede de la ONU en Nueva York (del 3 al 28 de mayo).
Rusia y China acudieron tanto a la cumbre de Obama (con la presencia notable de los presidentes Medvediev y Hu Jintao) como a la análoga de Ahmadinejad (con la presencia de sus viceministros del Exterior).
Destaca el conspicuo “puenteo” de Rusia, que con Estados Unidos detenta 95 por ciento de las armas nucleares del planeta, y cuyo vicecanciller Sergey Ryabkov expuso la relevante postura de su país en la conferencia de Teherán.
Sergey Ryabkov colocó en su justa dimensión la conferencia de revisión quinquenal del TNP, “ampliamente considerado como la piedra de toque de la seguridad internacional”, el cual depende de la coyuntura del “clima político”.
El vicecanciller ruso no ocultó la creciente crítica de “algunos estados” contra el TNP, quienes “creen que los países desarrollados están obligados a compartir las tecnologías nucleares pacíficas, pero que por diferentes motivos no lo hacen”.
Este es un viejo estribillo de mucho antes de que la teocracia iraní impulsara la crítica sobre el anómalo apartheid tecnológico del que, desde su génesis, ha pecado en forma discriminativa el TNP entre quienes “tienen” y quienes “no tienen” armas nucleares.
Sergey Ryabkov no acudió a Teherán a pelearse, sino a mantener, a nuestro juicio, una postura conciliadora de “puenteo” para “preservar la integridad del TNP”.
El vicecanciller ruso comentó haberse percatado del cada vez “más intenso prospecto para la eliminación integral y completa de las armas nucleares”.
El zeitgeist (“el espíritu de los tiempos”) posmoderno tiende a la desnuclearización y Ryabkov realiza la contabilidad de “un creciente número de iniciativas de desarme”, como la iniciativa Hoover y Cero Global, así como el surgimiento del Foro Luxemburgo y la Comisión Evans-Kawaguchi.
No pasaron inadvertidos los ramilletes de flores que regaló generosamente el vicecanciller ruso al alabar las posturas tanto de Gran Bretaña –que ha expuesto un plan de gran envergadura para el desarme nuclear de largo plazo– como de China, a quien calificó de muy “vocal en su apoyo a una convención para la prohibición de armas nucleares apadrinada por la ONU”. También India y Pakistán contaron con su cuota de ramilletes rusos.
El TNP ha sido caracterizado por exhibir tres pilares íntimamente inextricables (la no proliferación, desarme, y uso pacífico de la energía nuclear) que Rusia, según Sergey Ryabkov, ha cumplido fehacientemente al haber firmado con Estados Unidos el START II en Praga.
Para Rusia, de acuerdo con la visión del presidente Medvediev, “el objetivo noble de un mundo sin armas nucleares” debe ser realizado en forma “gradual, en un proceso paso a paso de desarme general y completo con la participación de todos los estados” y en el que la revisión del TNP juega un papel preponderante.
Excesivamente diplomático, quizá por la delicadeza del tema, el vicecanciller tocó con tersura exquisita temas controvertidos como el despliegue misilístico y la “colocación de armas en la estratosfera” (de parte de Estados Unidos, a quien no cita), ya no se diga la obstaculización en el Senado estadunidense (que tampoco cita) del Tratado de Abolición Total de Pruebas Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés).
Recordó la “propuesta rusa” de “guardar todas las armas nucleares dentro de los territorios de los estados detentadores de armas nucleares”, en obscena alusión a Estados Unidos (que tampoco cita), quien, de acuerdo con nuestros datos, las tiene desparramadas en el planeta entero desde Alemania hasta Japón, pese a la súplica de ambos para su inconfortable retiro.
Debido a la sensible sede de la conferencia, un punto nodal que evocó el diplomático ruso se centró en “la necesidad de reforzar el régimen de no proliferación en el Medio Oriente”.
A su juicio, “una zona libre de todas las armas de destrucción masiva y sus medios de lanzamiento en el Medio Oriente no pueden ser establecida de un día para otro y se encuentra íntimamente relacionada al progreso eventual (sic) en el proceso del paz del Medio Oriente”, en el que Rusia juega un papel determinante en el llamado “cuarteto” (con Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU).
Recordó que la resolución de la revisión quinquenal de 1995 del TNP comportó “recomendaciones muy específicas”: ratificación del CTBT “por todos (sic) los estados del Medio Oriente, su abstención en desarrollar elementos sensitivos del ciclo de combustible nuclear y colocación de todas (sic) las plantas nucleares de la región bajo las salvaguardas integrales de la Agencia Internacional de Energía Atómica”. Aquí la alusión es doble, tanto para Israel como para Irán (a quienes tampoco cita).
Comentó que los países de la Unión Europea “han expresado su actitud positiva” a las propuestas de Rusia. Pero recalcó que tampoco Rusia desea ser más papista que el Papa, por lo que reconoció que su labor es meramente “facilitadora”, ya que “los países mismos del Medio Oriente deben ser los más interesados en establecer una zona libre para todas las armas de destrucción masiva y sus medios de lanzamiento en la región”. Muy buen punto.
Cabe recordar que el léxico de la ONU engloba como “armas de destrucción masiva” a las armas nucleares, biológicas y químicas, lo cual ha sido expandido por otras entidades a armas radiológicas y hasta las “convencionales” de alta letalidad.
A nuestro juicio, un primer paso asépticamente saludable consiste en erradicar todas las armas nucleares del Medio Oriente sin excepción.
Si en alguna región de la Vía Láctea urge abolir todas las armas de destrucción masiva es precisamente en el Medio Oriente, sin excepciones teológicas, y que incluya tanto a Irán –por cierto, signatario del TNP y, hasta ahora, carente de bombas nucleares– como a Israel: país clandestino dotado de 200 a 600 armas nucleares y que en forma desafiante se arroga el derecho unilateral paleobíblico de no firmar el TNP.
Alfredo Jalife-Rahme.
En la poco publicitada conferencia de Teherán, el prominente legislador Kazem Jalali declaró al rotativo Tehran Times que el objetivo de la conferencia era “revivir el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP)”. Según Kazem Jalali, Irán desea anunciar categóricamente al mundo que “no persigue dotarse de armas nucleares”, lo cual “contraviene la fatwa (mandato islámico chiíta)” del supremo líder Jamenei.
En el lapso de 12 días, desde Washington hasta Teherán, los presidentes Obama y Ahmadinejad buscan con diferentes estilos llegar con el máximo de fortaleza argumentativa a la crucial conferencia de revisión quinquenal del TNP que tendrá lugar durante 26 largos días en la sede de la ONU en Nueva York (del 3 al 28 de mayo).
Rusia y China acudieron tanto a la cumbre de Obama (con la presencia notable de los presidentes Medvediev y Hu Jintao) como a la análoga de Ahmadinejad (con la presencia de sus viceministros del Exterior).
Destaca el conspicuo “puenteo” de Rusia, que con Estados Unidos detenta 95 por ciento de las armas nucleares del planeta, y cuyo vicecanciller Sergey Ryabkov expuso la relevante postura de su país en la conferencia de Teherán.
Sergey Ryabkov colocó en su justa dimensión la conferencia de revisión quinquenal del TNP, “ampliamente considerado como la piedra de toque de la seguridad internacional”, el cual depende de la coyuntura del “clima político”.
El vicecanciller ruso no ocultó la creciente crítica de “algunos estados” contra el TNP, quienes “creen que los países desarrollados están obligados a compartir las tecnologías nucleares pacíficas, pero que por diferentes motivos no lo hacen”.
Este es un viejo estribillo de mucho antes de que la teocracia iraní impulsara la crítica sobre el anómalo apartheid tecnológico del que, desde su génesis, ha pecado en forma discriminativa el TNP entre quienes “tienen” y quienes “no tienen” armas nucleares.
Sergey Ryabkov no acudió a Teherán a pelearse, sino a mantener, a nuestro juicio, una postura conciliadora de “puenteo” para “preservar la integridad del TNP”.
El vicecanciller ruso comentó haberse percatado del cada vez “más intenso prospecto para la eliminación integral y completa de las armas nucleares”.
El zeitgeist (“el espíritu de los tiempos”) posmoderno tiende a la desnuclearización y Ryabkov realiza la contabilidad de “un creciente número de iniciativas de desarme”, como la iniciativa Hoover y Cero Global, así como el surgimiento del Foro Luxemburgo y la Comisión Evans-Kawaguchi.
No pasaron inadvertidos los ramilletes de flores que regaló generosamente el vicecanciller ruso al alabar las posturas tanto de Gran Bretaña –que ha expuesto un plan de gran envergadura para el desarme nuclear de largo plazo– como de China, a quien calificó de muy “vocal en su apoyo a una convención para la prohibición de armas nucleares apadrinada por la ONU”. También India y Pakistán contaron con su cuota de ramilletes rusos.
El TNP ha sido caracterizado por exhibir tres pilares íntimamente inextricables (la no proliferación, desarme, y uso pacífico de la energía nuclear) que Rusia, según Sergey Ryabkov, ha cumplido fehacientemente al haber firmado con Estados Unidos el START II en Praga.
Para Rusia, de acuerdo con la visión del presidente Medvediev, “el objetivo noble de un mundo sin armas nucleares” debe ser realizado en forma “gradual, en un proceso paso a paso de desarme general y completo con la participación de todos los estados” y en el que la revisión del TNP juega un papel preponderante.
Excesivamente diplomático, quizá por la delicadeza del tema, el vicecanciller tocó con tersura exquisita temas controvertidos como el despliegue misilístico y la “colocación de armas en la estratosfera” (de parte de Estados Unidos, a quien no cita), ya no se diga la obstaculización en el Senado estadunidense (que tampoco cita) del Tratado de Abolición Total de Pruebas Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés).
Recordó la “propuesta rusa” de “guardar todas las armas nucleares dentro de los territorios de los estados detentadores de armas nucleares”, en obscena alusión a Estados Unidos (que tampoco cita), quien, de acuerdo con nuestros datos, las tiene desparramadas en el planeta entero desde Alemania hasta Japón, pese a la súplica de ambos para su inconfortable retiro.
Debido a la sensible sede de la conferencia, un punto nodal que evocó el diplomático ruso se centró en “la necesidad de reforzar el régimen de no proliferación en el Medio Oriente”.
A su juicio, “una zona libre de todas las armas de destrucción masiva y sus medios de lanzamiento en el Medio Oriente no pueden ser establecida de un día para otro y se encuentra íntimamente relacionada al progreso eventual (sic) en el proceso del paz del Medio Oriente”, en el que Rusia juega un papel determinante en el llamado “cuarteto” (con Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU).
Recordó que la resolución de la revisión quinquenal de 1995 del TNP comportó “recomendaciones muy específicas”: ratificación del CTBT “por todos (sic) los estados del Medio Oriente, su abstención en desarrollar elementos sensitivos del ciclo de combustible nuclear y colocación de todas (sic) las plantas nucleares de la región bajo las salvaguardas integrales de la Agencia Internacional de Energía Atómica”. Aquí la alusión es doble, tanto para Israel como para Irán (a quienes tampoco cita).
Comentó que los países de la Unión Europea “han expresado su actitud positiva” a las propuestas de Rusia. Pero recalcó que tampoco Rusia desea ser más papista que el Papa, por lo que reconoció que su labor es meramente “facilitadora”, ya que “los países mismos del Medio Oriente deben ser los más interesados en establecer una zona libre para todas las armas de destrucción masiva y sus medios de lanzamiento en la región”. Muy buen punto.
Cabe recordar que el léxico de la ONU engloba como “armas de destrucción masiva” a las armas nucleares, biológicas y químicas, lo cual ha sido expandido por otras entidades a armas radiológicas y hasta las “convencionales” de alta letalidad.
A nuestro juicio, un primer paso asépticamente saludable consiste en erradicar todas las armas nucleares del Medio Oriente sin excepción.
Si en alguna región de la Vía Láctea urge abolir todas las armas de destrucción masiva es precisamente en el Medio Oriente, sin excepciones teológicas, y que incluya tanto a Irán –por cierto, signatario del TNP y, hasta ahora, carente de bombas nucleares– como a Israel: país clandestino dotado de 200 a 600 armas nucleares y que en forma desafiante se arroga el derecho unilateral paleobíblico de no firmar el TNP.
Alfredo Jalife-Rahme.
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