Empiezan a ser exhumados los cadáveres de varios países, como los desahuciados México y Ghana, que el banco multigenocida de inversiones Goldman Sachs dejó esparcidos en el planeta y que ya no puede ocultar el montaje legal de su enjuiciamiento en Estados Unidos, el cual, por cierto, se puede descarrilar debido a la furia ciudadana a seis meses de las elecciones.
Llama la atención que los ausentes poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de México, como vulgares avestruces, hayan escondido la cabeza ante las rapiñas del hoy vilipendiado Goldman Sachs, que lucró con el efecto tequila –que tuvo un costo entre 70 mil millones y 100 mil millones de dólares (según las cifras alegres de Salinas y Zedillo, por cierto, dos “economistas” que no calculan muy bien que se diga)–, en presunta colusión con la Secretaría de Hacienda y el Banco de México del momento, lo cual desembocó en el tóxico Fobaproa/IPAB, que socavó las finanzas para favorecer la captura de la banca nacional por la banca israelí-anglosajona y española (poseedora de 92 por ciento en términos de capitalización de mercado: un caso insólito a escala global).
El firmante del ilegal pagaré del Fobaproa/IPAB fue el israelí-argentino Martín Werner Wainfeld (MWW), entonces subsecretario de Hacienda zedillista-cordobista, mientras que su presente pagador es su muy locuaz hermano, el itamita y fondomonetarista Mariano Alejandro: hoy subsecretario de Hacienda.
¿Fue el Fobaproa/IPAB un asunto familiar de dos hermanos?
Wikipedia destaca que Martín Werner no sea mexicano y quien, a propósito, después de su devastación muy bien lograda (desmantelar las finanzas y la banca de México en presunta colusión con Joseph-Marie Córdoba: el verdadero poder tras el torno de Salinas y Zedillo), fue contratado por Goldman Sachs, quizá como recompensa a sus méritos depredadores contra México.
Hoy el itamita Martín Werner se ostenta como uno de los dueños de la controvertida Banca Mifel (ver La Lupa Política, Voces del Periodista, 207).
¿Están todavía controladas cupularmente las finanzas de México por Goldman Sachs vía los hermanos Werner Wainfeld?
El efecto tequila fue el botín mediante el cual se despachó con la cuchara grande Goldman Sachs con sus “derivados financieros” que apostó contra México (John Plender, The Financial Times, 21/7/99).
¿Nadie en el poder local está dispuesto a investigar, y perseguir en consecuencia, los latrocinios de Goldman Sachs en México?
Ha quedado asentada la técnica diabólica que usó la desregulada globalización financiera: otro cuento gringo para enajenar las joyas estratégicas de los países valetudinarios (Nicholas D. Kristof y Edward Wyatt, The New York Times, 15,16,17 y 18/2/1999, y Bajo la Lupa, 28/4/10).
Un reporte del 21 de abril de GhanaWeb exhibe cómo el banco multigenocida de inversiones Goldman Sachs contribuyó mediante sus latrocinios financieros a la deglución de la minera estatal Ashanti Goldfields Corporation (AGC) por los poderosos cárteles mineros anglosajones (los mismos que hoy devoran la plata mexicana, como antes lo hicieron los españoles).
Hace 12 años, AGC, la primera empresa “negra” que cotizó tanto en Wall Street como en la bolsa londinense, se había posicionado como la tercera minera trasnacional a raíz de la adquisición de la mina Geita (Tanzania).
La minera estatal aurífera de Ghana, colocada entre las 10 principales, se asentaba en uno de los más pletóricos yacimientos de oro en el mundo.
La deglución de AGC fue gradual y muy bien planificada con el contubernio de los cárteles mineros anglosajones y el banco multigenocida de inversiones Goldman Sachs, mediante una privatización parcial de 25 por ciento de sus acciones cuando ninguna empresa africana había cotizado en Wall Street y la City.
Posteriormente, el gobierno de Gran Bretaña decidió vapulear el precio del oro y vendió 415 toneladas de sus reservas, lo cual abatió deliberadamente la cotización del metal amarillo que se desplomó hasta 252 dólares la onza, su más bajo precio en una generación.
Once años más tarde, al corte de caja de hoy, la onza de oro se cotiza a mil 179.30 dólares (¡casi cinco veces más!) y la plata a 18.64 dólares, por cierto, un pronóstico muy cantado por Bajo la Lupa desde la primavera de 2004.
En forma ingenua, para no decir suicida, AGC consultó al banco multigenocida de inversiones Goldman Sachs, coincidentemente el mayor vendedor de oro en el mundo, quien tendió pérfidamente una trampa financiera perfecta a Ghana mediante sus trucos consabidos de hedge funds (“fondos de cobertura de riesgos”).
En su clásico doble juego de apostar contra sus propios clientes para obtener el máximo lucro individual, Goldman Sachs “asesoró” simultáneamente tras bambalinas a 15 bancos europeos –con quienes mantenía estrechas relaciones “profesionales”– los cuales anunciaron unánime y sorprendentemente la suspensión de la venta de oro por cinco años –tras el dumping unilateral de Gran Bretaña–, lo cual se llevó entre las patas a AGC, que había apostado en el sentido opuesto a instancias de Goldman Sachs.
Cuatro años más tarde, AGC –que no pudo resistir los efectos adversos de sus “coberturas de riesgo”, intencionadamente mal aconsejadas– fue rematada y comprada por la minera británica AngloGold (con sede en Sudáfrica) “asesorada” a su vez por… Goldman Sachs, especialista de los latrocinios circulares.
En forma darwiniana, gracias a la asesoría “profesional” de Goldman Sachs, la minera británica AngloGold, cuya mayoría accionaria es detentada por la londinense AngloAmerican Group (con ingresos por más de 20 mil millones de dólares el año pasado), deglutió a la minera estatal africana AGC de Ghana mediante una clásica operación colonial financiera para crear AngloGold Ashanti, hoy segunda minera aurífera más importante del mundo.
La síntesis del reporte de Ghana comenta el alto grado de letalidad satánica de Goldman Sachs: “La destrucción de Ashanti Gold por Goldman Sachs fue saturada con fraudes y conflictos de interés: Goldman Sachs fue el consejero financiero de Ashanti; se benefició con los contratos que diseñaron y colocaron en el mercado; se involucró en la manipulación (¡extrasupersic!) de los precios del oro, de cuya cotización dependían los contratos; representó a los acreedores de Ashanti cuando los contratos se menospreciaron, y lucraron como consejeros financieros de la compañía minera (nota: la británica AngloGold) que recogió el cadáver de Ashanti por unos cuantos centavos de dólar”.
Conclusión: antes las potencias coloniales invadían los países valetudinarios para saquear obscenamente sus materias primas; hoy las potencias financieras anglosajonas hacen lo mismo, pero en forma más sofisticada y sin necesidad disuasiva militar, mediante la captura financierista de la desregulada globalización que va desde el oro de Ghana hasta la plata y la banca de México (en lista de espera se encuentra el petróleo), en las que la banca multigenocida de inversiones Goldman Sachs jugó un papel determinante.
Llama la atención que los ausentes poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de México, como vulgares avestruces, hayan escondido la cabeza ante las rapiñas del hoy vilipendiado Goldman Sachs, que lucró con el efecto tequila –que tuvo un costo entre 70 mil millones y 100 mil millones de dólares (según las cifras alegres de Salinas y Zedillo, por cierto, dos “economistas” que no calculan muy bien que se diga)–, en presunta colusión con la Secretaría de Hacienda y el Banco de México del momento, lo cual desembocó en el tóxico Fobaproa/IPAB, que socavó las finanzas para favorecer la captura de la banca nacional por la banca israelí-anglosajona y española (poseedora de 92 por ciento en términos de capitalización de mercado: un caso insólito a escala global).
El firmante del ilegal pagaré del Fobaproa/IPAB fue el israelí-argentino Martín Werner Wainfeld (MWW), entonces subsecretario de Hacienda zedillista-cordobista, mientras que su presente pagador es su muy locuaz hermano, el itamita y fondomonetarista Mariano Alejandro: hoy subsecretario de Hacienda.
¿Fue el Fobaproa/IPAB un asunto familiar de dos hermanos?
Wikipedia destaca que Martín Werner no sea mexicano y quien, a propósito, después de su devastación muy bien lograda (desmantelar las finanzas y la banca de México en presunta colusión con Joseph-Marie Córdoba: el verdadero poder tras el torno de Salinas y Zedillo), fue contratado por Goldman Sachs, quizá como recompensa a sus méritos depredadores contra México.
Hoy el itamita Martín Werner se ostenta como uno de los dueños de la controvertida Banca Mifel (ver La Lupa Política, Voces del Periodista, 207).
¿Están todavía controladas cupularmente las finanzas de México por Goldman Sachs vía los hermanos Werner Wainfeld?
El efecto tequila fue el botín mediante el cual se despachó con la cuchara grande Goldman Sachs con sus “derivados financieros” que apostó contra México (John Plender, The Financial Times, 21/7/99).
¿Nadie en el poder local está dispuesto a investigar, y perseguir en consecuencia, los latrocinios de Goldman Sachs en México?
Ha quedado asentada la técnica diabólica que usó la desregulada globalización financiera: otro cuento gringo para enajenar las joyas estratégicas de los países valetudinarios (Nicholas D. Kristof y Edward Wyatt, The New York Times, 15,16,17 y 18/2/1999, y Bajo la Lupa, 28/4/10).
Un reporte del 21 de abril de GhanaWeb exhibe cómo el banco multigenocida de inversiones Goldman Sachs contribuyó mediante sus latrocinios financieros a la deglución de la minera estatal Ashanti Goldfields Corporation (AGC) por los poderosos cárteles mineros anglosajones (los mismos que hoy devoran la plata mexicana, como antes lo hicieron los españoles).
Hace 12 años, AGC, la primera empresa “negra” que cotizó tanto en Wall Street como en la bolsa londinense, se había posicionado como la tercera minera trasnacional a raíz de la adquisición de la mina Geita (Tanzania).
La minera estatal aurífera de Ghana, colocada entre las 10 principales, se asentaba en uno de los más pletóricos yacimientos de oro en el mundo.
La deglución de AGC fue gradual y muy bien planificada con el contubernio de los cárteles mineros anglosajones y el banco multigenocida de inversiones Goldman Sachs, mediante una privatización parcial de 25 por ciento de sus acciones cuando ninguna empresa africana había cotizado en Wall Street y la City.
Posteriormente, el gobierno de Gran Bretaña decidió vapulear el precio del oro y vendió 415 toneladas de sus reservas, lo cual abatió deliberadamente la cotización del metal amarillo que se desplomó hasta 252 dólares la onza, su más bajo precio en una generación.
Once años más tarde, al corte de caja de hoy, la onza de oro se cotiza a mil 179.30 dólares (¡casi cinco veces más!) y la plata a 18.64 dólares, por cierto, un pronóstico muy cantado por Bajo la Lupa desde la primavera de 2004.
En forma ingenua, para no decir suicida, AGC consultó al banco multigenocida de inversiones Goldman Sachs, coincidentemente el mayor vendedor de oro en el mundo, quien tendió pérfidamente una trampa financiera perfecta a Ghana mediante sus trucos consabidos de hedge funds (“fondos de cobertura de riesgos”).
En su clásico doble juego de apostar contra sus propios clientes para obtener el máximo lucro individual, Goldman Sachs “asesoró” simultáneamente tras bambalinas a 15 bancos europeos –con quienes mantenía estrechas relaciones “profesionales”– los cuales anunciaron unánime y sorprendentemente la suspensión de la venta de oro por cinco años –tras el dumping unilateral de Gran Bretaña–, lo cual se llevó entre las patas a AGC, que había apostado en el sentido opuesto a instancias de Goldman Sachs.
Cuatro años más tarde, AGC –que no pudo resistir los efectos adversos de sus “coberturas de riesgo”, intencionadamente mal aconsejadas– fue rematada y comprada por la minera británica AngloGold (con sede en Sudáfrica) “asesorada” a su vez por… Goldman Sachs, especialista de los latrocinios circulares.
En forma darwiniana, gracias a la asesoría “profesional” de Goldman Sachs, la minera británica AngloGold, cuya mayoría accionaria es detentada por la londinense AngloAmerican Group (con ingresos por más de 20 mil millones de dólares el año pasado), deglutió a la minera estatal africana AGC de Ghana mediante una clásica operación colonial financiera para crear AngloGold Ashanti, hoy segunda minera aurífera más importante del mundo.
La síntesis del reporte de Ghana comenta el alto grado de letalidad satánica de Goldman Sachs: “La destrucción de Ashanti Gold por Goldman Sachs fue saturada con fraudes y conflictos de interés: Goldman Sachs fue el consejero financiero de Ashanti; se benefició con los contratos que diseñaron y colocaron en el mercado; se involucró en la manipulación (¡extrasupersic!) de los precios del oro, de cuya cotización dependían los contratos; representó a los acreedores de Ashanti cuando los contratos se menospreciaron, y lucraron como consejeros financieros de la compañía minera (nota: la británica AngloGold) que recogió el cadáver de Ashanti por unos cuantos centavos de dólar”.
Conclusión: antes las potencias coloniales invadían los países valetudinarios para saquear obscenamente sus materias primas; hoy las potencias financieras anglosajonas hacen lo mismo, pero en forma más sofisticada y sin necesidad disuasiva militar, mediante la captura financierista de la desregulada globalización que va desde el oro de Ghana hasta la plata y la banca de México (en lista de espera se encuentra el petróleo), en las que la banca multigenocida de inversiones Goldman Sachs jugó un papel determinante.
*Alfredo Jalife-Rhame.
Articulista del diario "La Jornada"
Bajo la Lupa.
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